Mundial Sudafrica 2010: La Roja firma un partido inolvidable

 España bailó a su rival hasta que llegó el gol de Puyol, de la forma que menos podía preverse: en un córner.

España alcanzó la final del Mundial de Sudáfrica en uno de los mejores partidos de toda su historia. Cabe esperar, viendo a la selección, que el mejor partido de siempre está por llegar y que será el próximo domingo.

España bailó a Alemania durante más de una hora. Lo que tardó Puyol en conectar un cabezazo poderoso en la jugada que menos podía preverse: un córner.

La desesperación alemana dio paso a un asedio ficticio en el que La Roja se defendió bien e incluso pudo haber hecho un par de goles más, a la contra.

Pero antes del gol de Puyol, el juego ya estuvo a la altura del premio conseguido. La selección agarró la pelota en el minuto uno y ya no la soltó hasta que no consiguió el 1-0. Los alemanes corrían detrás del cuero y se armaban con orden pero sin ningún picante. Fue incluso extraño verlos en esa tesitura, con una altura de miras tan pobre después del Mundial que estaban haciendo.

La victoria no fue contra cualquiera. Fue contra Alemania, una selección que ha escrito su nombre con letras de oro en la historia de la Copa del Mundo

Cualquier otro resultado que no hubiera sido la victoria, hubiera constituido una de las mayores injusticias en la historia del fútbol. Esta vez, todo acompañó y España está donde ser merece: en la gran final.

El simbolismo del triunfo marca también la madurez del fútbol español. La victoria no fue contra cualquiera. Fue contra Alemania, una selección que ha escrito su nombre con letras de oro en la historia de la Copa del Mundo.

Alemania fue la encargada de sacar del centro del campo. La pelota duró un verbo en sus pies. La historia del partido se escribió en torno al diálogo que España mantuvo con el balón mientras los alemanes buscaban la manera de robarlo y hacer algo productivo.

De entrada, llamó la atención que Alemania esperase tan rezagada. Luego, llegó la explicación. No es que esperaran. Es que no podían hacer otra cosa. Así que armaron una defensa ordenada y a aguantar.

Del Bosque, que sorprendió con la entrada de Pedrito, no hizo más que ordenar lo de siempre: toque y búsqueda de espacios. Así se hizo durante 45 minutos. No hubo suerte. Fue más una labor de desgaste, un picar piedra que fue horadando el muro alemán.

En el segundo tiempo, más de lo mismo. Alemania, ni la olía. Empezaban a verse caras de desesperación en Ozil, Schwensteiger y compañía. Mientras, La Roja se gustaba e iba ganando metros y creando cada vez más peligro. Marcar era cuestión de tiempo.

Puyol resolvió la injusticia del 0-0 con un cabezazo marca de la casa. Entró al remate con la potencia de un bombardero. En la España del toque, el gol llegó en una jugada de albañilería

Puyol resolvió la injusticia del 0-0 con un cabezazo marca de la casa. Entró al remate con la potencia de un bombardero. En la España del toque, el gol llegó en una jugada de albañilería. Son las cosas que tiene el fútbol.

A un cuarto de hora para el final, a los alemanes les entró la angustia. De pronto, les dio por bombear balones, pensando tal vez que la defensa de España era una banda. Nada más lejos de la realidad. La Roja se batió en la zaga con la misma solidez que en ataque.

Del Bosque, magistral como siempre, movió el banco. Villa, reventado, dio entrada a Torres. En cualquier cabalgada, podía llegar el segundo. Estuvo a punto en una maniobra espectacular de Pedro que prefirió un recorte a un pase fácil sobre el Niño. Esa acción puntual alargó unos minutos más el suspense pero no la agonía porque sufrir, no se sufrió.

El partido de España, visto ya con las pulsaciones en su sitio, fue gigantesco. Piqué se hizo un monumento, Xavi lo bordó, Iniesta fue un pequeño maestro, Puyol mandó en las dos áreas...

Es cierto que el fútbol tiene una deuda con Holanda, que ya jugó dos finales. Pero el fútbol, hoy por hoy, tiene un dueño: España.

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