Mundial Sudafrica 2010: Rafa Márquez saca a México de un buen lío Mexico 1 Sudafrica 1

Sudáfrica puede cargar a sus espaldas con la ilusión de toda una nación, puede correr más que sus rivales empujado por sus vuvuzelas, pueda aferrarse a la fe, a la casta y al orgullo para sobrevivir en su Mundial, puede hacer cualquier cosa independientemente de su fútbol, algo de lo que no anda muy sobrado pero tampoco escaso. Aún así, con sólo un profundo cambio de ritmo le llegó para sacar un laborioso y merecido empate ante México en el partido que abría el telón mundialista, un encuentro tan disputado como entretenido que fue justo con los méritos y errores de ambos contrincantes.

Sorprendió Javier Aguirre sentando a Guardado de inicio, pero el plan estaba bien diseñado. Conducidos por Vela y Torrado, los mexicanos se sintieron cómodos desde el arranque y reclamaron la posesión de la pelota. Tampoco Sudáfrica se la discutió, y pronto llegaron las ocasiones, todas desde una banda derecha muy potable, precisamente la más floja, a priori, de México.

Giovani Dos Santos y Guille Franco descubrieron la veta y comenzaron a explotarla. Gio, aquel chico que no se lo creyó -o se lo creyó demasiado- en el Barcelona, avisó ya en el minuto dos, y Juárez le imitó con un centro al área despejado por Khune, un portero más que solvente, inquieto, saltarín y hábil de reflejos, al estilo de los mejores cancerberos africanos.

Tardó casi un cuarto de hora en despertar Sudáfrica, quizá muy lastrada por la suplencia del idolatrado Booth, aunque ello no desanimó a la entregada hinchada local.

Fue un inocente acercamiento al área, que tan sólo sirvió para descubrir sus carencias al mundo. México tomó nota y se lanzó a un ataque desmedido que debió abocar la primera parte a una goleada tan cómoda como justa, pero los caprichos del fútbol volvieron a reclamar su protagonismo.

El primer demonio se le cruzó al Guille en el minuto 13 -todo un presagio-. Envío fuera un lanzamiento que sólo podía ir entre los tres palos. Cinco minutos después es Giovani el que desperdicia su momento de gloria en una jugada individual en la que se precipita para definir.

Luego, Guille se asustó ante la salida de Khune, que sacó una prodigiosa mano para arrebatar la pelota de la red en una ocasión extraordinaria. Puede que ahí empezara a deprimirse el conjunto de Aguirre, que protestó un gol bien anulado por fuera de juego de Vela, y cuyo mérito ha de atribuirse al portero sudafricano, de nuevo muy atento para adelantarse a la jugada.

La reacción final de Sudáfrica avisó lo que vendría en el segundo acto. En apenas cinco minutos botó cuatro saques de esquina, dos consecutivos, que hicieron rugir las vuvuzelas, pero las emociones fuertes estaban reservadas para la reanudación.

México se fue al descanso con gesto incrédulo, mientras sus hinchas se frotaban los ojos ante tanto desatino, y con la incertidumbre de si lo acabarían lamentando.

Y así fue. En la reanudación los 'bafana' salieron transformados, como guiados por una energía superior que les empujaba hacia la gloria y bloqueaba a su rival.

La clave estaba en el cambio de Parreira y en la mente de los mexicanos. Los primeros se olvidaron de defender y se entregaron al placer de jugar al fútbol, su fútbol. Sin la pelota su juego es pobre, simple y ramplón, y conduce al equipo a un sufrimiento digno de lástima. En cambio, con el balón en los pies son hábiles, pueden y saben correr, y si a todo ello unen la organización de las líneas que les inculca Parreira, son un grupo capaz de hacer sufrir a cualquiera, a cualquiera, claro, que no sepa jugar al fútbol.

Eso es lo que le ocurrió precisamente a México, que se olvidó del fútbol y empezó a notar el lastre de los años de algunos de sus futbolistas. Fue el momento que aprovechó Parreira para soltar los grilletes a sus chicos y dejarles hacer lo que saben, correr libres por el campo como gacelas, pero con el balón en los pies, bien para pasarlo, bien para romperlo.

La última opción es la que eligió Tshabalala para culminar una contra en el minuto 55. Un pase de Modise -uno de los más activos de su equipo- Thsabalala lo transformó en un zurdazo formidable que limpió la escuadra de Óscar Pérez.

La alegría en su sentido más espiritual se apoderó del Soccer City de Johannesburgo, que parecía revivir aquella tarde de 1995 en la que Nelson Mandela entregó a Francois Pienaar el trofeo que acreditaba a la nueva Sudáfrica como campeona mundial de Rugby.

De ahí hasta el final el fútbol se volvió una fiesta, entregado a la maravillosa obra que a veces ofrecen los partidos descontrolados y sin gobierno .

Giovani, autor de un portentoso derroche, respondió al duro golpe con otro zurdazo, que encontró respuesta en Khune junto a la cruceta (el agente del portero tendrá trabajo a partir de ahora).

Sudáfrica no se asustó y fue tan valiente que lo terminó pagando. La factura se la cobró México tras resistir otra embestida africana que desperdició Modise; sólo en el segundo palo remató fuera un pase largo. Y ccto seguido, Óscar Pérez sacó con los pies otro remate de Modise en el mano a mano, aunque el delantero reclamó penalti de Rodríguez, que le incomoda lo suficiente para facilitar el error.

Con los locales desatados, Guardado vislumbró el hueco en la defensa sudafricana para colgar un pase largo desde la banda izquierda que cazó Rafa Márquez en el segundo palo. El barcelonista remató sin oposición en un error mayúsculo de la zaga rival, en la que el capitán Mokoema se quedó sólo frente a tres oponentes.
Demasiado para Sudáfrica, que pudo sobrevivir milagrosamente a sus desajustes defensivos gracias al desatino mexicano, que tendrá que afinar su punto de mirar si quiere disfrutar del Mundial al menos hasta la segunda fase.

En el último minuto, un tiro al poste de Mphela pudo estropear el plan trazado por Aguirre. Hubiera sido un gol merecido por el despliegue y el atrevimiento sudafricano, pero tanto como los que desperdició México en la primera parte.

El sentir lo definió Aguirre: "Pudimos ganar, empatar y perder, y nos vamos con sabor amargo". Lo bueno para México es que aún hay tiempo para endulzarse.

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