Benedicto XVI visita región italiana devastada por sismo hace 3 semanas

Benedicto XVI en su visita a L’Aquila.

• El mal tiempo, la neblina y lluvia obligaron al pontífice a desplazarse en automóvil, y no en helicóptero, desde el Vaticano hasta L’Aquila.

Italia, (Agencias).- Bajo una fuerte lluvia, el papa Benedicto XVI cumplió ayer una conmovedora visita a L’Aquila, la región del centro de Italia devastada hace tres semanas por un sismo, durante la cual escuchó a sobrevivientes y rezó por unos 300 muertos y miles de damnificados que dejó la tragedia.

El Papa manifestó su “gran dolor” y “solidaridad” con los damnificados del sismo que devastó el 6 de abril a la región italiana de los Abruzos durante su visita a la localidad de Onna, emblema de la devastación. “He venido personalmente a esta tierra bella y herida, que está viviendo momentos de gran dolor y precariedad, para expresarles de la manera más directa mi cercanía”, dijo el Papa.

Clima adverso

El mal tiempo, la neblina y la lluvia obligaron al pontífice a desplazarse en automóvil, y no en helicóptero, desde el Vaticano hasta L’Aquila, la capital de los Abruzos, a unos 100 km de Roma. En Onna, un pueblito de las afueras de L’Aquila, que perdió a 40 de sus 300 habitantes y quedó completamente destrozado por el movimiento telúrico, escuchó las dramáticas narraciones de los supervivientes y saludó con afecto a las autoridades y al párroco de la iglesia, el padre venezolano César Cardoso.

“He seguido con aprehensión desde el inicio las noticias sobre el sismo y comparto vuestro desasosiego y vuestras lágrimas”, confesó impresionado el pontífice. “Quisiera abrazar a cada uno de ustedes. La Iglesia entera está con ustedes, con sus sufrimientos por la pérdida de vuestros seres queridos, y desea ayudarlos a reconstruir las casas, las iglesias, las fábricas destruidas o gravemente dañadas por el sismo”, agregó.

Admiración

A las personas instaladas en el campamento provisional, incluyendo un bebé de ocho meses y numerosos ancianos, manifestó “su admiración” por “el coraje, la dignidad y la fe” que han demostrado en momentos tan difíciles. “Ustedes tienen una gran fuerza interior que suscita esperanza”, comentó el Papa, quien subrayó las duras condiciones en las que viven los damnificados, “en carpas provisionales o automóviles”, agravadas por “el frío y la lluvia” que azotan desde hace varias semanas a esa región montañosa.

Entre los presentes figuraba el periodista Giustino Parisse, quien perdió en el derrumbe de su casa de L’Aquila a sus dos hijos y su padre. “La presencia del Papa nos da la esperanza de que existe un futuro en esta región”, comentó. “Nos trajo un mensaje de esperanza que se añade a las promesas de las instituciones. Ahora confiamos en que se cumplan”, comentó por su parte Antonella Foresta, otra damnificada.

Varios lugares

El jefe de la Iglesia católica llamó a las instituciones italianas y a la empresa privada a contribuir a que “la región renazca” y pidió que la ayuda enviada no se limite a “superar la emergencia, sino que sirva para construir un proyecto estable y concreto en el tiempo”, dijo. Después de visitar Onna, el pontífice se trasladó a L’Aquila para visitar varios lugares simbólicos de la tragedia.

La imagen surrealista de Benedicto XVI orando frente a la caja de vidrio que contiene los restos del papa Celestino V, “el ermitaño”, dentro de la basílica semiderruida de Collemaggio del siglo XIII, cuya cúpula se derrumbó, marcó la visita.

En la capital de los Abruzos, el Papa rindió luego un verdadero homenaje a los estudiantes que sobrevivieron al derrumbe de la residencia universitaria, que dejó un saldo de ocho muertos. Luego habló con estos jóvenes y observó cuidadosamente el cúmulo de escombros de la edificación, construida hace pocos años. La justicia está investigando si se obedecieron las normas antisísmicas en su construción.

Benedicto XVI concluyó luego su visita con una oración especial por los muertos en un acto celebrado en la academia de la Guardia Financiera, en las afueras de L’Aquila, al que asistieron las autoridades locales, voluntarios, bomberos y damnificados. El sismo dejó casi 300 muertos y unas 65.000 personas sin techo, de las cuales 35.600 viven en campamentos.

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